Javier
Milei hoy nos sirve a la
sociedad argentina, no solo como el excelente economista que sin dudas es, con
todas sus advertencias las cuales una a una, desde hace ya varios años, se
vienen cumpliendo, sino que es la muestra cabal de que del “otro lado”, del
lado de los “parásitos” –como él tan acertadamente los llama– solo hay miseria
humana.
En los últimos
días, desde sectores allegados a la presidencia… muy allegados… demasiado
cercanos, se inició una campaña de desprestigio muy evidente. Con bajezas a las
que solo son capaces de llegar ellos… los parásitos: periodistas, economistas y
opinólogos cortesanos, amigos (casi amantes) del poder, los cuales es obvio que
sin la cercanía de los poderosos serían un fracaso absoluto en la actividad
privada. Necesitan ser tan serviles y obedientes como son, porque de eso viven.
Pero no es
novedoso esto, ya lo vimos varias veces, al menos en los últimos dos o tres
gobiernos. No es novedoso pero si es mucho más virulento y evidente en esta
ocasión, con este nuevo gobierno que sin dudas tiene mucho que perder y muy
poco para dar.
El tiro,
infantil y dañino al mismo tiempo, que intentaron disparar contra “El
Libertario” (así… con mayúsculas) les salió por la culata. Javier salió más
fuerte y mejor posicionado en la opinión pública. El apoyo de miles de
personas, de todos los sectores sociales, de todas las edades y lo más
gratificante, de varios sectores ideológicos (incluso sectores ideológicos muy
contrarios al suyo), emociona y da fuerzas. Le da fuerzas a él para seguir
adelante en su quijotesca batalla y nos da fuerza a nosotros, los que
compartimos sus ideas y sus luchas, a seguir adelante… a no bajar los brazos.
Pero esta
criminal cacería de brujas iniciada desde el poder o de los sectores clientes
del poder, no empieza con esta burda y absurda difamación contra Javier y su
hombría de bien, sino que empezó hace rato.
No nos vayamos
a los ataques perpetrados por el insulso e inútil gobierno anterior.
Arranquemos con este nomás, desde las primeras semanas de la cavernícola cuarentena
(con tintes de cortina de humo para tapar la incompetencia).
Con las
figuras del mismo Milei, de José Luis Espert y Roberto Cachanosky, entre otros,
como las principales voces del liberalismo, se ensañaron los periodistas defensores
del régimen actual al mostrarse en contra y disconformes con las medidas
tomadas por el gobierno para enfrentar la situación del Coronavirus. Los llamaron
los anticuarentena, acusándolos de estar a favor de la muerte solo por el hecho
de plantear errores y alternativas. Intentando quedar ellos –los parásitos y
los aduladores– como los únicos héroes nacionales defensores de la vida.
Luego
comenzaron a atacar, en forma individual, a los mismos y a otros economistas y
analistas con similares ideas. Incluso intentaron desprestigiar a científicos y
especialistas que tienen voces disidentes.
Y ahora,
vuelven a Milei y lo acusan de algo que no es. Lo acusan de algo contra lo que él
lucha e intenta hacernos entender que no son soluciones a nuestros problemas,
sino que los agravan.
Los famosos
ATP que el gobierno “otorga” a las empresas para que cubran parte de los
salarios de sus empleados, debido a la caída letal de la economía –por culpa
misma de las cavernícolas decisiones del gobierno– son un trámite que efectúan
los empleadores ante el estado, para cubrir sus necesidades ante dicha caída.
Los trabajadores en relación de dependencia con los empresarios (y Javier es
uno de esos trabajadores) nada tienen que ver con dicho trámite.
Aclaración:
puse “otorga” entre comillas, porque a esta altura del partido, ya todos deberíamos
saber que el estado no produce absolutamente nada, solo consume y dilapida las riquezas
que nosotros únicamente generamos. Por tanto no puede otorgar nada, porque nada
tiene. Y lo que tiene lo consiguió, como ya todos deberíamos saber, saqueando a
la población con el criminal cobro de impuestos (o la igualmente criminal
impresión de la cuasi-moneda llamada peso). Saqueo efectuado al total de la
población. A cada uno de los habitantes de esta bendita y vapuleada tierra.
Desde el más rico al más pobre, desde el trabajador hasta el niño que pide
monedas en una esquina, jóvenes y viejos, hombres y mujeres… todos pagamos,
directa o indirectamente, la más monstruosa cantidad de impuestos que el
planeta haya visto jamás en su historia.
Pero como
dije, la operación de agravios y desprestigio les salió por la culata, les
explotó en la cara y los desnudó frente a la sociedad. Los mostró tal y como
son: unos auténticos miserables. Saquearon a la gente, les impidieron trabajar
y generar riquezas y progreso, los persiguieron y escracharon, los amenazaron
con expropiarles sus empresas o partes de ellas, encerraron a personas que quisieron
hacer uso de su constitucional libertad, violaron, la privacidad que los datos personales
de los individuos deberían tener, haciéndolos públicos y aprovechándolos para
difamarlos. Mintieron y siguen mintiendo, distorsionan datos, fanfarronean con
su supuesto compromiso con “el pueblo”, y hacen abuso de su fatal arrogancia
para manejarnos como se les da la gana.
Pero todo
tiene un límite.
Y allí… en el límite
mismo, los parásitos se encontrarán con todos nosotros. Con los que con el
pecho inflado de orgullo gritamos sin cansancio: ¡Viva la Libertad, carajo!
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