Capitalismo, lo que es y lo que no es (artículo en la Revista La Ventana Rota)

Lo que la mayoría de la gente cree sobre lo que se trata, significa e implica el Capitalismo, es un error. Incluso las creencias y dogmas de gente que se supone que está “de nuestro lado”, son un poco confusas.

Lo más angustiante de todo son las consecuencias visibles, a lo largo de toda la historia, que trajo la lucha en contra del mismo por parte de toda esa multitud de, en muchos casos, maravillosas mentes desgraciadamente equivocadas. Una de esas consecuencias es la negación de la gran mayoría de la humanidad a los beneficios que trae aparejado el respeto por el proceso capitalista, justamente hoy, el momento preciso de la historia en el cual esos beneficios han llevado nuestro nivel de vida a alturas inimaginables para todos nuestros antepasados.


Capitalismo, lo que es y lo que no es

 

Primero que nada, quiero aclarar que voy a alejarme completamente de toda concepción académica, dogmática, política o de cualquier índole, para tratar de explicar al capitalismo. Trataré de traerlo a lo que es, la realidad cotidiana de cada habitante de este hermoso planeta.

 

Porque es como dije: la realidad misma de cada ser humano en la búsqueda incesante de alcanzar los fines que se propone a diario, tratando de satisfacer necesidades, deseos, urgencias y alcanzar la tan ansiada felicidad.

 

La acción humana(1)

 

Antes de entrar a charlar sobre el tan “odiado” capitalismo, quisiera que analicemos algo que tiene que ver con nuestra naturaleza humana y que si no existiera nada tendría sentido.

A ese “algo” lo llamaremos acción humana y se trata de un proceso natural que todos llevamos adelante, y cuando digo todos no lo digo por decir… es todos.

Este proceso comienza con lo que llamaremos estímulo o impulso, que puede provenir del exterior, del contexto en el cual la persona se encuentra o del interior mismo de dicha persona, ya sea físico o mental (psicológico, espiritual, “del alma”… lo que sea… viene de “adentro” y listo).

Este estímulo provoca una automática necesidad que dependerá de factores particulares de la persona a la hora de recibir aquel estímulo (puede que en un momento el clima sea bastante frío, pero una persona podría sufrirlo más que otra y por lo tanto una necesitaría abrigarse y la otra no).

 

Vamos a tomar un ejemplo sencillo para seguir el hilo del proceso que estamos analizando. Supongamos que la persona siente de repente hambre (estímulo). Automáticamente le vienen unas desesperantes ganas de comer (necesidad).

 

Llegados a este punto, la persona analiza la situación, reconociendo el estímulo y la necesidad. Acto seguido se pone a la tarea mental de buscar (comprender, investigar, solucionar, etc.), la forma de satisfacer esa necesidad. A este momento del proceso lo llamaremos razón.

Analizadas todas las variables del entorno y las variables internas (tanto de lo que provocó el estímulo, de lo que se trata la necesidad, de cual sería la acción final que sirva a para satisfacerla, de los medios para conseguir esa satisfacción y de un sinfín más de variables que dependen de cada individuo y de cada proceso particular) la persona toma la decisión de actuar de determinada manera, esperando poder acabar con esa necesidad que lo tiene atrapado en una “mala situación”, buscando pasar a una “buena”.

Dicha “mala situación” no necesariamente tiene que ser mala propiamente dicho, sino que se trata de un estado tal que el sujeto sabe o cree saber que luego de actuar, puede ser aún mucho mejor. Cree que puede sentirse mejor si alcanza ese fin.

 

Volvamos al ejemplo. Una vez reconocida la necesidad de comer, la persona piensa que comiendo una manzana podrá calmar el hambre que siente, pero para poder comer dicho fruto deberá conseguir un árbol que lo produzca y las herramientas para poder hacerse con el tan deseado alimento o idear alguna manera para poder alcanzarlo y arrancarlo del árbol (razón).

Finalmente, luego de despejadas todas sus dudas, la persona se decide a actuar para cumplir con su cometido de comerse la manzana y calmar así su hambre (decisión).

 

Una vez que toma la decisión de actuar, el individuo aplica todos los conocimientos que tenía y las cosas que dedujo en su etapa de razonamiento, y utiliza los medios y métodos que descubrió como más convenientes y ejecuta la acción que cree que lo hará alcanzar el fin que se propuso.

 

Ahora sí, nuestro sujeto finalmente emprende la marcha hacía el árbol, se sube a una roca que acomodó cerca del tronco y alcanza una manzana que cuelga de una de las ramas, y por fin comienza a comerla (acción).

 

Creo que no caben dudas que este proceso: estímulo – necesidad – razón – decisión – acción, es común a todos los seres humanos, y si hilamos finito, común a todos los seres vivos (sin entrar en debates sobre el tema del raciocinio, por favor)(*).

 

Como bien aclara mi colega y amigo Gastón Gonda: La etapa que denominamos “razón” no se trata de estudiadas elucubraciones, son simples razonamientos, pensamientos, deducciones o incluso pueden ser emociones como el miedo, la empatía o simplemente pura intuición. A los fines de esta charla, llamaremos razón a todo lo que sucede en la mente del individuo, nada más.

 

Más sobre la acción

 

Multiplicidad: Un proceso de acción puede estar acompañado, atravesado, interrumpido, entorpecido, mejorado, etc., por otro u otros procesos similares o completamente distintos. Esa multiplicación y “apilamiento” de procesos pueden ser por causas individuales o por el contacto con otras personas y sus propios procesos de acción.

 

Información: Cada proceso de acción utiliza y genera un cúmulo inmenso de información, útil para el mismo proceso, para procesos “anexos”, futuros o incluso para procesos de otras personas. Cada etapa del mismo toma información del entorno, también toma variables de la etapa anterior, y genera las propias que puede que modifiquen el entorno y que afecten la etapa siguiente.

 

¡No intervenir!: Sin entrar en detalles, solo quiero decir que luego de analizar el proceso de acción humana, llego a la conclusión de que, sin importar la sabiduría o las intenciones de terceros, la intervención(3) de cualquier otra persona ajena al proceso, por medios coactivos, genera daños terribles en la consecución de los fines de los individuos. Las características del proceso, su multiplicidad y el cúmulo casi infinito de información, son las causas de que toda intervención –repito: coactiva– de terceros sea dañina y este condenada al fracaso, al colapso.

 

El Capitalismo como herramienta

 

Dentro del proceso de acción humana que vimos previamente, desde la etapa de razón hasta la etapa de acción, existen bienes(2)  que son vitales para alcanzar el fin anhelado.

Siguiendo con el ejemplo utilizado antes, encontramos muchos de esos bienes. Podríamos considerar los conocimientos sobre botánica o agricultura que tenga el individuo como un bien. También las habilidades que posea o adquiera la persona se podrían considerar como bienes. La roca que utilizó para poder alcanzar la rama, el árbol y la manzana misma lo son también.

Bienes de uso, bienes de cambio, bienes de consumo, servicios, etc., son conceptos que surgen de aquí.

Todo este conjunto de bienes que el individuo posee o de los cuales podría disponer por distintos medios, es lo que solemos llamar “Capital”.

Entonces, aquel proceso de acción humana: estímulo, necesidad, razón, decisión, acción; lo podríamos resumir en tres elementos: necesidad, capital, satisfacción.

 

No hay otra manera para satisfacer necesidades que la de poseer el capital necesario y poder utilizarlo.

 

Para ser sinceros, ser libres de poseer y utilizar ese capital no nos asegura la satisfacción de dichas necesidades, porque somos seres falibles, puede que nos equivoquemos en alguna de las etapas del proceso y tomemos malas decisiones. Pero impedir la posesión y uso del capital, asegura a todos que las necesidades no serán satisfechas.

Si se satisface una necesidad significa que, en algún momento, se poseyó y se utilizó capital, directa o indirectamente.

 

No voy a generalizar ni “colectivizar” diciendo: “Llamamos”, así que me haré cargo yo mismo de las definiciones.

Es así que llamo Capitalismo a esta idea de poseer y utilizar bienes necesarios para satisfacer mis necesidades.

 

En consecuencia, todo ser humano que toma decisiones para satisfacer sus necesidades y actúa sirviéndose de su propio capital, es un capitalista.

 

Y aquí es donde llegan los insultos, las caras de asombro, las risas. “¿Cómo voy a ser capitalista si soy pobre?”, “Un capitalista es un tipo que vive envuelto en lujo, y tiene el poder de manejar a las autoridades a su gusto y oprimir a la clase obrera”.

Una persona es pobre porque las acciones capitalistas que efectúa, no son suficientes para satisfacer todas las necesidades que tiene.

Una persona primero actúa de manera capitalista y luego alcanza el lujo y el poder.

Una persona puede ser opresora, sin necesidad de tener poder económico. El político oprime, una pareja dominante oprime, un líder autoritario en cualquier ámbito de la vida en sociedad, oprime. Un “millonario” no necesariamente es opresor… al menos no lo es porque tenga millones, es opresor porque es mala persona y nada más.

 

El Capitalismo y la Sociedad

 

Generalmente, a los que defendemos el conjunto de ideas, siempre “en ebullición” –como dice Alberto Benegas Lynch (h) – que llamamos Liberalismo… ¡Las ideas de la libertad! nos tildan de individualistas, cosa que en realidad somos, pero no como ellos creen. Nos tienen como atomistas, como seres que preferimos apartarnos de cualquier contacto social y estar solo rodeados de nuestras posesiones, nuestros millones de monedas de oro, cual Tío McPato. Y no… no es así. No hay nada más social que un buen liberal.

 

En esa danza de palabras tergiversadas, existen algunas que sufren muchísimo dicha deformación de sentidos y significados: liberalismo, sociedad, individuo, capitalismo, y más. Se suele pensar en algo destinado a gente pobre y marginada cuando a un sustantivo se le agrega el adjetivo “social”. El mismísimo Friedrich Von Hayek decía que todo sustantivo seguido del adjetivo "social" se convierte en su antónimo.

 

Dentro del proceso capitalista que cada individuo realiza, como vimos cuando analizamos lo que denominamos acción humana, vimos como puede que dichos procesos individuales se crucen con las acciones de otros individuos. Es conjunto de inter-acciones humanas, es la sangre misma de la abstracción llamada sociedad.

La persona, que en nuestro ejemplo sintió hambre, podría no tener un árbol cerca de donde arrancar una manzana, ya que vive en una ciudad dónde el pedazo de tierra fértil más grande que posee es una maceta en su balcón. Entonces en su etapa de razón, dentro de su proceso de acción, esta persona deduce que para calmar su hambre podría utilizar el dinero que ganó trabajando para comprar en la verdulería una o más manzanas.

Y aquí encontramos dos actores más: la persona que necesitó un servicio que nuestro sujeto le ofreció a cambio de dinero y la persona dueña de la verdulería.

 

Ambas personas, al igual que nuestro personaje de ejemplo, tienen una o varias necesidades que satisfacer por tanto realizan acciones con tal fin. La primera contrata a nuestro personaje y le paga. El sujeto del ejemplo trabaja y cobra por ese trabajo, para luego ir a comprar lo que necesita. Y la tercera le vende lo que necesitaba, porqué el mismo tenía sus propias necesidades que considera que serán cubiertas con el dinero que reciba.

Tres personas, que ni siquiera necesitan ser íntimos amigos, se han relacionado porque a cada una la movió el propio interés de satisfacer sus necesidades y en el proceso de satisfacerlas colaboró, sin quererlo siquiera, en la satisfacción de las otras personas.

 

Esto es la sociedad, un conjunto infinito de interacciones humanas, que pueden ser económicas o no, pero todas requieren de acciones humanas y de capitales.

 

Y aquí vemos otra confusión en el significado de un término. Mucha gente entiende que el capital de una persona es su dinero, y se equivoca… el dinero es tan solo un bien más, y muy útil por cierto, que ayuda en todo el proceso de acción.

 

Capitalismo, ahorro y trabajo duro

 

Esa tan simpática y famosa frase del gran Profesor Miguel Anxo Bastos, sirve para analizar el conjunto de ideas, instituciones, valores y bienes de los cuales nos servimos como individuos viviendo en sociedad, para alcanzar nuestros fines.

Dentro de los procesos de acción, como vimos, utilizamos bienes. La acumulación de dichos bienes, posponiendo pequeñas satisfacciones presentes para alcanzar fines más grandes en el futuro, es lo que llamamos ahorro. La utilización futura de esos bienes ahorrados es lo que conocemos como inversión.

Es ahí donde yo defino al capitalismo –de vuelta aclaro que es mi propia definición– como el proceso: trabajo – ahorro – inversión – más trabajo – resultados (ganancias o pérdidas).

 

Capitalismo y Estado

 

En un momento de nuestra charla, hemos concluido que la intervención de un tercero de forma coactiva en el proceso de acción de un individuo o de varios, provoca daños a dichos procesos. Y el estado, queridos amigos, es ese dañino tercero en discordia.

La intervención coactiva del estado –utilizando el bien común como excusa y la ley como garrote– en las relaciones de las personas que componen una sociedad, distorsiona aquel enorme cúmulo de información que se genera en las distintas etapas del proceso de acción humana, provocando que los individuos tomen malas decisiones, decisiones equivocadas, o que se vean obligados a actuar de formas que entorpecen su acción, solamente por arbitrarias ordenanzas del poder político que gobierna esa sociedad. Y no hay que subestimar a ese poder gobernante, ya en muchos casos no son tan arbitrarias, sino más bien, bastante deliberadas y muy afines a sus propios intereses.

 

Gente de otras ideologías y formas de pensar, creen que capitalismo y estado van de la mano, por eso no comprenden que algunos abracemos el AnarcoCapitalismo u otros conjuntos de ideas que apuntan a una total separación del gobierno/estado de las relaciones económicas, sociales y culturales de los individuos.

Y como bien vimos, la intervención violenta daña la acción humana, ya que distorsiona los incentivos, y los medios se aplican a fines distintos a los que los individuos hubieran destinado de forma voluntaria, por tanto el estado impide el correcto funcionamiento del proceso capitalista de las personas.

A mayor intervención, mayor es la imperfección del proceso capitalista, en cualquiera de sus etapas y en su conjunto. Por lo tanto, la satisfacción de las necesidades de los individuos nunca se alcanza o se llega a ellas luego de un tortuoso camino lleno de obstáculos y de pérdidas.

Por esa razón, sociedades en las que la presencia del estado en el ámbito económico y social es muy grande y opresora, los individuos en su mayoría son pobres.

 

La ecuación de la pobreza

 

Si pobreza es la no satisfacción o la insuficiente satisfacción de necesidades básicas, si la satisfacción de las necesidades solo se alcanza con la libre acción e interacción humana –entendiendo libre como libre de coacción–, si la intervención violenta de terceros daña el proceso, y si el estado es ese tercero dañino… la solución a la ecuación de la pobreza es muy sencilla: menos estado y más capitalismo.

Por eso es que muchos repetimos sin cesar (y luchamos en consecuencia): El camino es la Libertad.

 

Referencias

 (1) En un total acto de atrevimiento tomé el título “acción humana” para simplificar demasiado la realidad humana. Por esa razón, recomiendo fuertemente la lectura de la magna obra de Ludwig Von Mises “La acción humana”, libro que los ayudará a comprender y valorar los cimientos de nuestras ideas y la realidad que vivimos. 

(2) Carl Menger en su “Teoría General del Bien” –primer capítulo de “Principios de Economía Política”– analiza la relación causa-efecto que tienen todas las cosas útiles a las cuales llamamos bienes.

Murray N. Rothbard en el Capítulo 1 de su obra “Hombre, Economía y Estado, hace una clasificación exhaustiva de los bienes.

(3) Las intervenciones son abordadas de manera magistral por Murray Rothbard también, en su libro “Hombre, Economía y Estado”.


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