Mi verdad y la de los demás.

En un artículo científico, publicado hace un par de años y que me llenó de asombro, se mostraban varias imágenes de nuestro planeta, visto desde el espacio y a través de distintos filtros.
Aquellos filtros permitían apreciar el aspecto de nuestro mundo desde distintos puntos del espectro lumínico, los cuales no podríamos ver sin la ayuda de esos artilugios.





Lo que las imágenes mostraban, no solo sorprendía por su belleza, sino que nos dejaba planteada la duda de cómo se verá en realidad nuestra Tierra, si es que hay una realidad.
De una imagen a otra, La Tierra se veía distinta, no solo en cuanto a colores, sino que se la veía con otros tamaños y formas. Sorprendente. Perturbador.

Y pensé ¿Lo real, es lo que veo, o hay algo más? ¿La verdad es aquella que conozco, o hay más verdades, verdades que se me escapan, verdades que las creo mentiras?

A esta realidad sesgada, fraccionada, o quizás, esta multiplicidad de realidades, comencé a vislumbrarla en mis tiempos de escuela primaria.

Cuando estaba promediando mi aventura en séptimo grado, y cuando solo me interesaba completar algún álbum de figuritas, mi madre, Contadora ella, ya tenía planeada mi inscripción en una escuela de Comercio, para seguir allí, al año siguiente, mi educación secundaria.
Fue entonces, no sé cómo ni de dónde, que llegó a mis manos un libro de orientación vocacional de la "UBA" (Universidad de Buenos Aires).

En aquel regordete libro, se encontraban detalladas cada una de las carreras (universitarias y terciarias) y especializaciones que se dictaban en todas las universidades e instituciones del país.
Aquel libro, provocó una de mis primeras "explosiones" mentales. Descubrí en él, la belleza de las "ingenierías" e inmediatamente le dije a mi madre: "Vieji, lo siento, las ciencias económicas no son para mí".
Ser contador, abogado o médico eran las únicas opciones para "ser alguien en la vida", supuestamente, pero leer aquel libro me mostró que no era así.

Otra de mis "explosiones mentales" la provocó el fútbol. Sí, como leyeron, el fútbol.

Desde que tengo uso de razón, amo el "fulbo", pero mi visión sobre él era muy pobre. El deporte rey, tenía entonces para mí, tan solo dos combinaciones de colores, "azul y oro" y "blanco con banda roja".
Los titulares de los medios tampoco me ayudaban mucho. "Ganó Boca" "Perdió Boca" y en letras muy chiquitas, si es que había tiempo y ganas, figuraba el nombre del rival de turno.

Todo cambió, cuando un ángel de ropajes y alas verdes me dijo: "Miralo a Ferro esta tarde, pibe..."

Descubrí que el universo del fútbol era mucho más rico y hermoso que lo que creía. Y no solo por Ferro, del cual me hice hincha fanático, sino por todo el mundo, primero, de los mal llamados "equipos chicos" y luego por el universo de los miles de clubes de todo el país.

Se me abrió un abanico de incontables colores, historias y pasiones.

Luego, en mi adolescencia, me "enamoré" de las estadísticas y descubrí cosas que jamás hubiera podido descubrir si de niño, hubiera quedado atrapado en la “Matrix xeneise/millonaria”.

¿Son Boca y River los más grandes campeones nacionales? Rotundamente ¡NO!

Recién a mediados de los 70's, con la creación del "Campeonato Nacional A" comenzaron los clubes de TODO el país a inmiscuirse en el negocio regenteado por la liga porteña, llamada AFA. Y los campeones surgidos de aquellos torneos fueron los primeros “Campeones (verdaderamente) Nacionales”. Pero Boca, River y dos o tres convidados más, seguían sumando “estrellitas” a sus escudos, jugando el Torneo Metropolitano… en fin, la Liga Porteña, diciendo que eran “los más grandes del país”.

Recién a fines de los 80’s, el ridículo torneo porteño desapareció dando paso a dos torneos la Primera A y la B Nacional, ambos con participantes de todo el país. Lo que no desaparecieron son las injusticias y  las desigualdades, por culpa de años de ignorancia y mentes cerradas.

Las cuestiones de mi vocación y de mis afectos futboleros, antes mencionadas, son solo una muestra de muchas cosas de la vida que fui encontrándoles un “lado B”, y en algunas ocasiones, lados C, D y más.

Desde aquellos pequeños despertares, comencé a leer todo “entre líneas” y poniéndole mantos de sospechas a todo cuanto llegaba a mi entendimiento. Y descubriendo cosas en lugares donde lo estándar decía que no debía mirar, que me obligaba a mirar para un determinado lugar.
Así, de una inicial educación Católica Romana terminé armándome mi propio credo, “Dudo-teísta”, con bases en el chamanismo, con panteones llenos de dioses sumerios, griegos, romanos, egipcios, con profetas judíos, musulmanes e hindúes y algún que otro OVNI.
Así también, de la tradicional dicotomía familiar, Peronismo-Radicalismo, terminé seducido por ciertos lineamientos del Liberalismo Libertario, con deslices un tanto anarquistas.
Como así también, de una atmósfera paternal de música clásica y folklore de avanzada, tipo Waldo de los Ríos, terminé siendo un fanático Cuartetero, cultor de la rama cuasireligiosa de los Trulaleros.

Y si escarbamos un poco más en mis pensamientos y costumbres, seguiremos encontrando cosas que van y vienen por todo el espectro existente, o, si no lo es todo, es una gran parte.

No creo tener la verdad atada, por más arrogante que a veces parezca en mis definiciones y en las defensas de ellas. Es más, la primera teoría que rebato, es la mía. A mis ideologías las ataco por todos los flancos, con más saña que a las de mis “enemigos”. Hasta creer que ya no tienen fisuras. Recién allí las expongo. Pero por más entrenado que este ese ideal, siempre será modificable ante nuevas verdades que me convenzan.

Como ya dije, no ataremos la verdad, creo que nunca lo lograremos, pero les aseguro amigos, que con la mente abierta a otras mentes, veremos el mundo de otra manera. Viviendo de esa manera seríamos capaces de terminar desde estupideces como la violencia cotidiana de una charla de café con Riquelme y Orteguita como banderas, hasta las guerras por banderas religiosas y culturales, como las que libran terroristas de incontables bandos y que siguen regando de sangre nuestro mundo.

No suframos por encontrar la verdad. No sangremos, ni hagamos sangrar, por defender nuestras verdades. No cerremos nuestros oídos, mentes y corazones a todas las verdades que andan dando vueltas por ahí. Son hermosas, les juro que hasta las verdades de nuestros enemigos son hermosas.

Na’ más!

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