Gabriel, maestro... Antes que nada, mis respetos y mis deseos de un
gran 2018.
Este post lo hago por qué quiero defender al polémico y genial Javier Milei. Y tratar, por intermedio suyo, de bajar los decibeles de este absurdo caos que se desató,
puertas adentro del liberalismo argentino.
No creo poder estar a la altura de su nivel académico, querido maestro, pero siento una necesidad urgente de acabar con esta innecesaria pelea que se ha suscitado en las últimas semanas, más teniendo en cuenta el excelente momento que está viviendo el Liberalismo en la actualidad, habiendo resurgido de la mano de los referentes de siempre y de las nuevas voces que se están haciendo sentir.
No me atrevería jamás a atacar ni una coma de sus análisis del uso de la lengua, es perfecto y coincido en todo lo dicho. Solo quiero atacar al tema que motivó su excelsa reflexión.
Primero aclararé quien soy, como para que se entiendan algunas
deficiencias, pero se respeten mis argumentos. Sé que usted, lo hará. Y luego
trataré de justificar mi posición
Antes, quiero compartir el link al posteo en su blog “Filosofía para mí”
y decir que es un excelente artículo, con el cual mentiría si dijera que no
concuerdo. Genial como siempre Gabriel.
Aquí va el enlace:
http://gzanotti.blogspot.com.ar/2017/12/los-liberales-javier-millei-y-el-uso.html?m=1
http://gzanotti.blogspot.com.ar/2017/12/los-liberales-javier-millei-y-el-uso.html?m=1
Soy un simple analista de sistemas y diseñador gráfico, que me la tiro
de escritor, (o me la tiraba antes de que viera una entrevista a Borges de mil
novecientos setenta y algo).
Como dije hace poco, empecé siendo un “Liberal Patilludo”, de esos que se emocionaron por qué juntábamos pesito tras pesito y aprendimos a ahorrar e invertir, en aquellos tiempos de convertibilidades y brisas de Anillaco.
Liberal para mí, era eso y nada más. De que había libros escritos por maestros de hacía 20, 60, 100, 200 años… ni idea. Carlos y Mingo eran mis Quijote y Sancho Panza, o al revés… o ¿qué sé yo?. Después de todo, en aquellos tiempos, era más importante la altura de las minifaldas de mis compañeras de secundaria que los textos inentendibles de un tal Smith, de un tal Mises. Que por cierto, ni siquiera sabía que existían.
Como dije hace poco, empecé siendo un “Liberal Patilludo”, de esos que se emocionaron por qué juntábamos pesito tras pesito y aprendimos a ahorrar e invertir, en aquellos tiempos de convertibilidades y brisas de Anillaco.
Liberal para mí, era eso y nada más. De que había libros escritos por maestros de hacía 20, 60, 100, 200 años… ni idea. Carlos y Mingo eran mis Quijote y Sancho Panza, o al revés… o ¿qué sé yo?. Después de todo, en aquellos tiempos, era más importante la altura de las minifaldas de mis compañeras de secundaria que los textos inentendibles de un tal Smith, de un tal Mises. Que por cierto, ni siquiera sabía que existían.
Y seguí mi rumbo así… Liberal Patilludo o Liberal del Mingo… para mis adentros,
porque llegaron tiempos en lo que los adjetivos patilludo y minguero, daban
vergüenza. Y quedó Liberal… pero pronto también lo tuve que esconder.
“No” –les decía a los
inquisidores de la creciente Iglesia Roja de Karlitos – “de política y economía
no me gusta hablar.”
Hasta que vino Internet… hasta que se reinauguró la Biblioteca de Alejandría, pero ya no con ladrillos y áridos, ahora con cimientos de bits y microchips. El viejo sueño de libertad de la humanidad de repente, y de la forma más impensada, se hacía realidad.
Comencé a entender el Liberalismo, así sin adjetivos. Sus bases, sus
objetivos, algunos de sus hombres y nombres. Y una lectura tras otra, me fueron
llevando, en una espiral ascendente hasta las puertas de Viena. Me atendió un
tal Menger, que me presentó al pícaro Ludwig y éste llamó a un bonachón flaquito, al que llamaban Hayek.
Los “explicadores” de esas teorías, se hacían llamar Libertarios. Adopté ese nombre. Luego entendí algo de todas las confusiones sobre las etiquetas: que allá los liberals son zurdos, que por allá se llaman libertarians y que se yo cuánto. Dije, ma’ sí… soy Liberal Libertario y que se “haga agua el helao” (expresión tucumana que denota desinterés por las consecuencias).
Los “explicadores” de esas teorías, se hacían llamar Libertarios. Adopté ese nombre. Luego entendí algo de todas las confusiones sobre las etiquetas: que allá los liberals son zurdos, que por allá se llaman libertarians y que se yo cuánto. Dije, ma’ sí… soy Liberal Libertario y que se “haga agua el helao” (expresión tucumana que denota desinterés por las consecuencias).
Cuando tiraba de la piola, tratando de desanudar el embrollado ovillo
de los clanes liberales, arrastrado por la etiqueta libertaria y austriaca,
encontré al atrevido de Murray. Y terminé emulando a los que se dicen “Peronistas de Perón”, llamándome a mí mismo “Anarcocapitalista de Rothbard”.
En ese viaje intelectual, que solo Internet me pudo solventar, salté de Viena a Guatemala y me quedé con los ojos clavados en las hermosas clases del Profe Ayau. ¡Qué tipazo debe haber sido ese maestro! ¿no?. Ayau me devolvió a “las Europas”, como decía mi yugoslava abuela, y fui a caer en manos de dos gigantes, por lo menos para mí. Huerta de Soto y su flequillo, Miguel Anxo Bastos y su “trabajo durU”.
En ese viaje intelectual, que solo Internet me pudo solventar, salté de Viena a Guatemala y me quedé con los ojos clavados en las hermosas clases del Profe Ayau. ¡Qué tipazo debe haber sido ese maestro! ¿no?. Ayau me devolvió a “las Europas”, como decía mi yugoslava abuela, y fui a caer en manos de dos gigantes, por lo menos para mí. Huerta de Soto y su flequillo, Miguel Anxo Bastos y su “trabajo durU”.
Pero todo este tour liberal, vía modem, fue siempre un secreto entre
mi compu y yo. Estaba solo Gabriel querido. Ya no ocultaba mis etiquetas:
orgulloso me presentaba como Liberal Libertario Anarcocapitalista… sí… todo
completo… porque nunca renegaré de Smith, ni de Mises, ni de los que vinieron
después. Soy esto, soy la suma de todos los que lucharon por la libertad. Pero
solo… desgraciadamente solo.
Pensaba en cómo convencer, al menos a quienes me rodeaban, que el
monopolio de los paraísos no era de Jesús y su padre. Que al menos aquí en la Tierra,
había alguien que ofrecía un paraíso, no de la calidad de los antes nombrados,
pero lo bastante confortable como para quedarse toda la vida: Don Capitalismo.
Imaginaba patrañas literarias. Cuentitos a lo Robinson Crusoe, que
eran refutados por incrédulos, al son de “Con cocos no me podés venir a hablar
de los problemas del mundo real”.
Intenté disfrazarme de filósofo, de sociólogo, de economista, tratando de traer al llano las academias y sus postulados. Fallé. Acuérdese Don Zanotti, de mis únicos títulos: analista de sistema y diseñador gráfico.
Intenté disfrazarme de filósofo, de sociólogo, de economista, tratando de traer al llano las academias y sus postulados. Fallé. Acuérdese Don Zanotti, de mis únicos títulos: analista de sistema y diseñador gráfico.
Estaba desesperado por hacerle ver a todos, que la cosa es sencilla. Qué
mercados libres, capital, ahorro, liberalismo y otros, no son villanos… son las
llaves al paraíso en la Tierra.
Desesperado porque sentía que muy dentro de los argentinos, hay una
carga intelectual y cultural muy alta. Taponada por años de berretadas venidas
desde arriba. Hasta el más bruto de los brutos, en su interior esconde un
diamante de extrema belleza. La no-educación nacional, tiró al tacho ese
extraño ADN argentino, y yo estaba convencido que se podía separar la paja del
trigo. Que lo tenían que entender… que Argentina tiene todo para ser el faro
del mundo, en cuestiones de libertad y progreso. ¿Pero como metía mi daga libertaria,
en ese cuero duro, impenetrable, de la ignorancia forzada de mis compatriotas?
Nunca se me hubiera ocurrido, que hablando un guarango “idioma” argentino,
compadrito y entrador, hubiera podido ablandar la coraza forjada con mentiras
de casi un siglo de antigüedad.
Y ahí apareció él. El que sacudió todo, incluso a sus colegas, incluso
a sus maestros. El que con eso de “la ostra de la esposa del loro”, y otros tantos
epítetos vernáculos, les habló a los “pibes” y a los “brutos” de individualismo
metodológico, praxeología, teoría del ciclo, teoría subjetiva del valor, etc.
etc. Metió en la basura de medios de comunicación que padecemos los argentinos,
apellidos que nunca, desde que tengo uso de razón, escuché nombrar.
La emoción que sentí, cuando lo oí por primera vez, en televisión,
citar a “mi” Rothbard, fue comparable a leer en el diario que mi hijo está a
punto de debutar en la primera del club de mis amores.
Muchos somos los liberales, y reduzco las etiquetas a propósito para
recordarle que soy lo mismo que usted y que todos los que de una manera u otra,
aman las ideas de la libertad. Decía… muchos somos los liberales que estamos
asistiendo a un hecho que, por lo menos yo, en mis 44 años de vida, jamás
asistí. Cientos de jóvenes interesándose por todo lo que, entre puteada y
puteada, el anarquista capilar enseña. Hay brutos que no entienden, que repiten
como loros, que siguen modas… es verdad, ¿para qué negarlo? Pero son los menos,
estimado Gabriel.
Son más los que demuestran que mi teoría de los diamantes en el
interior de supuestos burros argentinos, es correcta.
No niego la importancia y
necesidad imperiosa de la academia y de sus sabios maestros, sería necio hacerlo.
Pero es muy importante que quienes tienen los conocimientos, salten por las
ventanas del claustro y se pongan a pulir diamantes. No para incrementar las
matrículas de las carreras referidas a estos temas, sino para limpiar cabezas…
sobre todo, cabezas confundidas que creen que la riqueza se reparte, que
escriben una X en lugar de una O cuando el sustantivo en plural es de género
masculino. O que adoran diosas de papel crepe, que hacen magia y van por todo.
Javier Milei, es la punta de lanza y el escudo, en una batalla que
desde el púlpito académico no se ve o se minimiza. Le recuerdo maestro, que
luego de aquellos 90s, una aplanadora nos pasó por encima, convirtiendo al
Capitalismo en una mala palabra, más fea que las que vocifera Don Javier,
transformando al Liberalismo en el enemigo a vencer, y convirtiendo al
Leviatán, al maligno Estado en un dios, superior al Dios de la Biblia, y superior a todos
los dioses de todos los panteones de la historia.
Es necesaria la tarea de todos los sabios liberales, es vital. No
estoy tratando de hablar mal de su sagrada tarea. Deben seguir ahí
desparramando conocimientos, creando nuevos Mileis, Carrinos, Giacominis,
Esperts, Boggianos, Lazzaris, etc. etc.
Deben seguir ahí, puliendo los diamantes de aquellos que por suerte,
entraron a sus aulas.
Pero déjennos a nosotros, pelear en el barro. Con las armas que
nuestra lengua argentina nos ha brindado, o con las dagas que nuestra idiosincrasia
ha forjado. Nosotros, guiados por desfachatados como Milei, seguiremos buscando
brillantes en la basura, y seguramente, de esos, los más relucientes irán a
parar en vuestras gloriosas aulas.
No detengamos el envión Libertario que se está viviendo, por peleas de
conventillo, por envidias de vedettes, somos representantes… todos… los sabios
y los guerreros… de la más bella de las ideologías: el Liberalismo.
Atrévase, querido maestro… a repetir una frase, que está en boca de
miles de jóvenes entusiastas. Se siente bien… se lo digo yo, que la probé y la
adopté… Vamos, venga y grite con nosotros:
¡VIVA LA LIBERTAD, CARAJO!
¡VIVA LA LIBERTAD, CARAJO!
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