La esclavitud del Siglo XXI y los abolicionistas Libertarios.


Cuando a finales del Siglo XVIII comenzaron a surgir los movimientos que buscaban acabar con la esclavitud, gran parte de la sociedad tuvo miedo al cambio que sobrevendría, al dejar libres a aquellos seres humanos que, hasta ese momento, eran propiedad de otras personas. Incluso, el temor a la libertad cundió entre los mismos esclavos, que no podían imaginar sus vidas sin la supuesta seguridad que venía acompañada del látigo del amo.


Las dudas y los temores de aquella sociedad iban desde lo económico hasta lo moral y lo político. Se dudaba, incluso, de la estabilidad del sistema: El “salvajismo” de aquellos seres esclavizados, sería el causante del colapso de la sociedad.

Con la llegada del Capitalismo, aquellos movimientos abolicionistas recibieron un importante empuje. La implantación, primero en algunos lugares de Europa, y luego en otras partes del mundo, de este sistema tan injustamente denostado, fue el gran paso que dio la humanidad en su búsqueda de las libertades individuales.

Pero hoy, a poco más de doscientos años de aquellos convulsionados días, podemos decir que la esclavitud no ha desaparecido. Es cierto que disfrutamos de libertades que en el pasado ni siquiera los “hombres libres” podían disfrutar, pero si nos ponemos a pensar, profundamente, cómo funciona el sistema en el cuál vivimos hace décadas, podremos descubrir que toda la humanidad vive oprimida por los nuevos esclavistas, por el nuevo “amo” de nuestras vidas, nuestras libertades y nuestras propiedades: El Estado.

Tal como aquella sociedad esclavista de antaño se espantaba al oír las ideas, y conocer las luchas de los abolicionistas de entonces; hoy un porcentaje demasiado grande de personas, reacciona de la misma manera ante las propuestas liberadoras de los “abolicionistas del Siglo XXI”

Despotricar en contra del Estado hoy, es igual que en aquellos tiempos: significa ponerse en contra de algún terrateniente propietario de esclavos.
Solo basta con ver los rostros de espanto de los estatistas, en televisión, cuando un divulgador libertario expone sus ideas y sus propuestas para mejorar el sistema.

El ser humano, en la concepción de los estatistas, es incapaz de vivir en absoluta libertad, porque es esencialmente “malo” y por tanto provocaría solo caos a su paso, al ser liberado de las cadenas que son las regulaciones e imposiciones del “Amo Estado”

La primera pregunta que me surge, al pensar en esta excusa, es: ¿Cómo, si el ser humano es en esencia “malo”, podemos darle a un hombre o a un reducido grupo de hombres, el poder de dirigir la vida y los destinos de la sociedad toda? Si las personas son tan malas como para dejarlas libres, es una muy mala idea darle a una de ellas el poder de gobernarlas.

Si las excusas que ponían los antiguos esclavistas, hoy nos parecen ridículas e inmorales ¿Por qué nos parecen tan “sensatas” las excusas que anteponen los estatistas en la actualidad?
Pienso que, en un futuro no muy lejano, nuestros descendientes se burlarán de las excusas para proteger el esclavismo estatal; nos verán como seres inmorales y salvajes, que celebrábamos la opresión de millones y millones de semejantes.

¿Qué implicaba, en el pasado, ser esclavo?

Si bien el esclavismo es un mal que aquejó a la humanidad prácticamente desde el inicio de la organización de las primeras civilizaciones, vamos a tomar como ejemplo para analizar, a la cruel esclavitud del siglo XVIII, imaginando aquellos blancos campos de algodón manchados con sudor y sangre de incontables hombres y mujeres.

A pesar de tener techo, comida y vestido, aquellas personas no eran libres en lo más mínimo. Aún cuando algunos dichosos lograban el beneplácito del amo, y eran premiados con ciertos privilegios (privilegios para la mirada de los otros esclavos), seguían siendo propiedad de alguien. Y sus vidas estaban marcadas por los designios y caprichos de ese alguien.
El fruto de su trabajo no les pertenecía en absoluto. No existía una remuneración por los servicios prestados, pues aquel techo, aquella comida y aquellos andrajosos vestidos, eran simplemente otorgados por el amo para mantenerlos con vida, y medianamente sanos para poder servir y trabajar, hasta el día en que pudieran, quizás, ser vendidos a otro amo, o hasta que la hora de su muerte llegara.
La desobediencia, la rebeldía y un fallido intento de escape, eran causas de duros castigos físicos, e incluso, la muerte.

Pienso automáticamente en la gente que hoy se encuentra sumida en un sinfín de necesidades, y por esa razón acepta el camino más inmediato y sencillo: la dádiva del gobernante.
Esa dádiva, esas contadas monedas, o esos paquetes de magros alimentos, solo cubren una mínima parte de las necesidades. Pero por espantosa que se vea esa situación, hay algo oculto a la vista (de quien no quiere ver) y es el acostumbramiento.
Ese “regalo” del “bondadoso” funcionario aplaca, con el tiempo, cualquier intento de esforzarse, sacrificarse, y arriesgarse a mejorar la vida por sus propios medios. Y manda al pobre a la eterna espera de la próxima fecha de cobro - ese esperado día en el que hay que hacer cola por horas para recibir lo prometido -
Y en ese proceso de acostumbramiento, la persona, sin darse cuenta, va convirtiéndose en propiedad del funcionario.
Solo basta con recordar casos de “Estatismo Extremo”, como la Alemania comunista que construyó un muro, no para repeler invasores, sino un muro para evitar que los propios habitantes escaparan. Veo un alemán del Este, intentando escapar del infierno y morir por las balas de un compatriota, por pedido de los líderes.  Inmediatamente recuerdo al esclavo que perdía su vida al intentar ser libre, escapando de aquellos algodonales.
O la Cuba de las balsas… O la Venezuela de los caminantes.

Y no creamos que, por no tener un Stalin, un Castro, o un Maduro, en Argentina no somos esclavos. Pensemos lo siguiente: el esclavo trabajaba, y el fruto de ese trabajo no le pertenecía en lo más mínimo.
Hoy, en nuestro país, el Estado se llega a quedar hasta con el 70% del fruto de nuestro trabajo. Ni los héroes que se sumergen en las profundidades de los “mercados informales” se pueden escapar de esa opresión: hasta un 50% de las riquezas se diluyen en ocultos (y otros no tan ocultos) impuestos salvajes, criminales.
Y no podemos escapar. Primero, porque no nos dejan. Segundo, si nos dejaran (o pudiéramos escapar) iríamos a parar a otra sociedad; a ser esclavizados por otro “amo Estado” Quizás, tengamos algo de suerte y nos toque un “amo” no tan exigente: que no nos quite el 70%... pero, igualmente, algo nos van a quitar.

No podemos disponer del 100% de nuestra propiedad. No podemos iniciar libremente cualquier proyecto que se nos ocurra pues, seguramente, hay una regulación, como mínimo, que le pondrá trabas. Tenemos que educarnos con los contenidos que dictan los burócratas, con los sistemas, con los docentes, y en las instituciones que se establecen desde las oficinas de un lejano ministerio. Tenemos que atendernos con el sistema de salud que el Estado dice que es legal. Tenemos que respetar las fronteras que un grupo de políticos se inventaron hace tiempo, luego de pelearse con otros políticos, en cruentas guerras, dónde no morían ellos sino “sus” soldados, y luego firmaban tratados, se repartían las tierras, y se erigían monumentos.

Nos dicen que votamos, y por ello somos libres. Nos dicen que hay división de poderes, entonces nuestros derechos están respetados. Nos dicen tantas cosas, y se las creemos, y aceptamos en silencio todo lo que se les ocurra legislar.
Hemos aplaudido a un general y su dama de compañía porque nos “regalaba” una bicicleta. Hemos aplaudido a otros generales porque ellos se iban a ocupar de reorganizarlo todo. Hemos aplaudido, sí ¡No se hagan los tontos! Hemos aplaudido y agitado banderitas cuando un beodo general quiso jugar a los soldaditos con niños de carne y hueso. Hemos aplaudido la demagogia y las migajas dentro de unas populistas cajas PAN(1) que a nadie saciaban. Hemos celebrado la ostentación y el despilfarro, mientras se desaprovechaba una oportunidad histórica. Hemos aplaudido que uno se vaya, y que un montón viniera, dejando a su paso desastres que aún estamos pagando. Hemos endiosado a delincuentes, y para colmo de males, algunos anhelan su regreso. Hemos aplaudido un cambio que nunca llegó.

Hemos estado todo este tiempo, trabajando - como siempre - dando lo mejor de nosotros para progresar; mientras ellos, nuestros amos de turno, solo se dedicaban a saquearnos.
Hemos sido y seguimos siendo, esclavos de una casta de políticos y burócratas, que hacen y deshacen a voluntad, basados en sus caprichos y en sus propias necesidades.

Sin embargo hoy, se siente la brisa fresca entrar por una rendija. Son los abolicionistas del siglo XXI. Son los Liberales Libertarios, quienes explican, demuestran con datos, que gritan e insultan, o lo hacen con calma, que nos regalan utopías realizables, que nos marcan un camino a seguir, un modo de escape.

Los esclavistas y sus acólitos defensores y, sobre todo, muchos esclavos, se asustan ante el griterío liberal. Se espantan, tienen miedo. Tienen terror de que los hombres libres, una vez liberados, acaben con el poder de los amos, los privilegios de los acólitos, y las dádivas a los esclavos.

Pero, tarde o temprano sucederá.
Así como hace un par de siglos las cadenas se cortaron, se volverán a cortar, y veremos de nuevo una gloriosa victoria de la Libertad.



* (1) P.A.N. = Programa Alimentario Nacional, política populista del gobierno de Raúl Alfonsín.


-

Comentarios

ddddffff ha dicho que…
"utopías realizables", qué chistosos son los anarquistas
Unknown ha dicho que…
Nos estamos uniendo, estamos tomando carrera, vamos a dar el golpe.
Alfredo ha dicho que…
Inician mintiendo: NO votamos eligiendo, apenas OPTAMOS entre el par de vejaciones que los ladrónes "legales" acordaron para la situación.
Unknown ha dicho que…
Excelente Tucu!!