Voy a definir, antes que nada, ambos bandos. Y antes de eso, aclarar
que estoy hablando de liberales en general desde los llamados clásicos, hasta
los libertarios, sean éstos minarquistas o anarquistas.
Los Realistas son aquellos
que pueden o no estar de acuerdo con los ideales de los Idealistas, pero
anteponen en toda discusión las cuestiones del contexto actual de la sociedad.
Los Idealistas son aquellos
que ante cualquier tema de discusión, plantean las soluciones desde el punto de
vista de sus ideales.
Ambas posturas son correctas y erróneas al mismo tiempo.
Es correcto plantear un norte al cual apuntar en la batalla de las
ideas (ideales), como también es correctísimo tratar de diagnosticar y buscar
soluciones a los problemas actuales en el contexto de nuestras sociedades (Realistas).
Pero es un error gravísimo, desestimar al rival por el mero hecho de
ser de un bando o de otro. Algunos Realistas invalidan completamente las
teorías de los Idealistas y las etiquetan como utópicas. Algunos Idealistas
invalidan los argumentos de los Realistas, creyendo que por contextualizar
están totalmente en contra del ideal buscado.
Yo me defino como anarquista, más precisamente como “Liberal
Libertario Anarcocapitalista”. Es cierto, una etiqueta un poco larga, pero me
sirve para avisar que estoy siempre, hombro con hombro, con todo
“Liber(al/tario)” en toda batalla por la Libertad. Esta etiqueta define no solo
mi pertenencia a distintos grupos de liberales, sino que es un aviso de como
encararé las discusiones.
Los Realistas suelen tildar de utópicas las ideas del
AnarcoCapitalismo (o como quieran llamar a la idea de una sociedad totalmente
libre del yugo estatal), ignorando ciertas cuestiones que el “buen AnCap” tiene
siempre presente. Y no me refiero a que el Realista ignore o no los
planteamientos anarquistas a distintas problemáticas, como las recurrentes
discusiones sobre la “seguridad y justicia”. Lo que el Realista no toma en
cuenta es que el AnarcoCapitalismo no pretende llegar como resultado de una
revolución, en la que los locos anarquistas saldremos a las calles a tomar
todos los edificios de la Administración Pública. No es así como funciona la
cosa. Eso sería imponer por la fuerza un orden que no a todos tiene porque
gustarles. ¿Dijimos “imponer”, dijimos “por la fuerza”?… Que quede claro… a eso
no nos adherimos, jamás… Va totalmente en contra de nuestros principios.
El objetivo de los AnarcoCapitalistas debe ser similar al de los
Estatistas (sean estos del color político que sean). El Estatismo, en los
últimos cien años al menos, fue ganando batallas culturales lentamente, hasta
conquistar la mente y los deseos de la gran mayoría de individuos que componen
la sociedad terrícola. Hoy, esa gran mayoría, tiene al Estatismo como la nueva
religión. Un culto mesiánico que aguarda (y aguardará eternamente) la llegada
del gran Hombre que cambiará para siempre la vida de todos.
Es así como a diario vemos, como se proponen, aprueban y promulgan
leyes y regulaciones que no hacen más que acotar cada vez más los espacios de
libertad, los espacios para el desarrollo de la individualidad.
Debemos imitar a los Estatistas. Pero ojo… imitarlos solo en la
táctica de iniciar de una vez por todas, una batalla cultural que empiece a dar
frutos a mediano y largo plazo. El tema es que cuanto más demoremos en tomar
ese camino, más largo se hace el plazo.
Y aquí radica el gran problema que tenemos los anarquistas: el camino
a seguir.
Sabemos dónde queremos llegar, pero no nos damos cuenta de que jamás
llegaremos dando un salto. Ya la humanidad conoció de “Grandes Saltos
Adelante”, y aunque nos parezcan lejanos Mao y los millones de muertos por ese
salto… debemos saber que las consecuencias de ignorar la realidad, son las
mismas, sea cual fuere el lugar al que apuntemos al saltar.
Y es aquí donde entra a jugar un papel importante el realismo de los
Realistas. Es aquí donde ellos se convierten en nuestros mejores aliados.
El Realista identifica correctamente los problemas que el contexto
actual tiene. En muchas ocasiones tiene las soluciones correctas para cada
problema. Y son ellos quienes, desde un bando al que los Idealistas creemos
rival, nos están indicando el camino a seguir.
Pero los Realistas pecan por ser “cortos de vista”. Identifican un
problema que impide su propio desarrollo individual y el desarrollo del
conjunto de la sociedad. Saben que a más libertad, mejores resultados. Y no lo
saben por supersticiones, lo saben por su indiscutible empirismo. Pero una vez
que identifican el problema, y plantean las soluciones, se niegan a ver que
siempre hay un paso más hacia la libertad. Sus objetivos están puestos en el
aquí y el ahora, lo cual jamás diría que esté mal, digo que está simplemente
“incompleto”.
Me vienen a la mente esas intensas y coloridas “negociaciones” en los
mercados callejeros de tantos lugares del mundo, en tantos momentos de la
historia, incluso hoy.
El famoso regateo: El vendedor quiere vender su mercancía al mayor
precio posible y esa es su “utopía”, el comprador, por su parte, tiene su ideal
de precio en la cabeza. Ambos apuntan sus luchas hacia sus propios ideales. Y
comienzan a regatear.
La utopía para el comprador, sin dudas sería que la mercancía deseada
le resultara totalmente gratis. La utopía del vendedor sería que por su más
insignificante chuchería, recibiera cantidades astronómicas de dinero,
comparables con la suma de las diez mayores fortunas del ranking de Forbes. Y
hacía allí apuntan sus cañones.
Ambos son “Idealistas”, pero ambos son al mismo tiempo “Realistas”…
saben perfectamente que dadas las circunstancias del contexto (están en un
mercado, no en una sociedad de beneficencia) el ideal de cada uno jamás será
alcanzado. Pero como son tercos como mulas… empiezan a pelear con las banderas
de sus ideales flameando gloriosas en lo alto.
Como sabemos los liberales, toda negociación en un mercado libre,
termina con ambos actores satisfechos. Siempre, en libertad, ambas partes
saldrán beneficiadas. Es así que al finalizar el regateo, el comprador habrá llegado
al precio que más se acerca a su ideal de “gratuito” y el vendedor habrá
recibido la paga más cercana a su ideal de “riqueza”.
¿Pero qué pasa si el comprador, en un arranque de “realismo”, se
plantea que jamás podrá conseguir esa mercancía que tanto desea a $0, y se
acerca más a un precio que estima más “justo con la realidad”? Lo mismo para el
vendedor… ¿Qué pasa si en un exceso de realismo, se plantea que dicha mercancía
no es más que una baratija, cuyo valor no superará el almuerzo que pretende comprar
con el dinero que cobre?
Los límites para la negociación se acotaran. Ambos comenzaran
“peleando” por un objetivo menor al ideal. El valor justo, supongamos que sea
exactamente a la mitad de ambas pretensiones. En un regateo con objetivos
ideales, el resultado quedará en el 50% de las pretensiones originales, pero en
una negociación que arranca con ideales más “realistas”, siempre será inferior
al 50% del ideal… mucho más lejano de la “utopía”.
Llevemos este ejemplo (mis típicos ejemplos absurdos… sepan disculpar)
a nuestra batalla de las ideas. Al plantarle cara a nuestro rivales, a los
vendedores de chucherías ideológicas, debemos ir con nuestro máximo ideal bien
firme… fijado en el extremo máximo de nuestras pretensiones. Así seguramente,
en el regateo ideológico, habremos dado más pasos hacia nuestro ideal, que si
lo hubiéramos hecho acotando nosotros mismos el margen de negociación.
Supongamos que vamos a pelear por la desregulación del comercio. Debemos
plantear, como liberales tercos que somos, que la desregulación sea completa.
Que el Estado saque sus sucias manos de nuestras transacciones. Puede que en el
regateo no consigamos nada, y nos volvamos a casa como vinimos. Puede que
alcancemos solo un 10% o un 25% de nuestro pretendido e ideal 100%. Pero puede
ser, que debido a “esas cosas del orden espontáneo” superemos el 50%, lleguemos
al 75%... conquistemos el 90%... ¿Quién sabe? Todo es posible. Todo depende de
cuánto hayamos hecho en la batalla de las ideas, cuanto hayamos peleado. Cuan
fuerte hayamos asegurado nuestros argumentos. Depende también de cuanto
entusiasmemos a nuestros rivales con nuestros argumentos. Debemos encontrar la
manera de hacerles ver que algunas de sus pretensiones, están admitidas por las
nuestras… o que se parecen, pero que solo con nuestros métodos son posibles de
alcanzar. El Liberalismo no es una utopía… es el marco para todas las utopías…
Según dice Robert Nozick y lo desarrolla Mauricio Bernal: http://www.bernalmauricio.com/que-es-el-liberalismo/
Pero si vamos a pelear por eliminar solo dos o tres regulaciones, y
planteamos argumentos para alcanzar esos únicos objetivos, dejando pasar
argumentos a favor de aquello que tanto detestamos. Los logros corren serio
riesgos de ser menores.
Puede que consigamos esas tres desregulaciones particulares y habremos ganado una buena batalla. Pero no nos podemos conformar… no podemos olvidarnos del ideal. No podemos darle la espalda a nuestra utopía.
Porque si nos mostramos así, débiles de ideales, nos asestarán golpes que nos dejarán al borde del K.O.
Puede que consigamos esas tres desregulaciones particulares y habremos ganado una buena batalla. Pero no nos podemos conformar… no podemos olvidarnos del ideal. No podemos darle la espalda a nuestra utopía.
Porque si nos mostramos así, débiles de ideales, nos asestarán golpes que nos dejarán al borde del K.O.
Hablando con “Realistas”, gente a quien admiro profundamente, descubro
que todos ellos, tienen a mis locas utopías, como lugares a los que desean
llegar. Son “Idealistas” como yo, pero puertas adentro. No se lo dicen a nadie.
A ellos les digo… Vengan conmigo, vamos a regatearles a esos
vendedores de baratijas ideológicas juntos. Nosotros le planteamos los ideales
y ustedes, con su alto conocimiento de la realidad nos van marcando cual camino
elegir para alcanzar ese ideal.
Hablando con “Idealistas”, gente a quien también admiro profundamente,
descubro que muchos de ellos, se cierran en querer instalar nuestros temas
utópicos, a cualquier precio… sin sopesar las asquerosas trabas que el
Estatismo nos ha impuesto en esta realidad en la que vivimos.
A ellos les digo… Vamos con los “Realistas”… no son “tibios socialdemócratas”,
ellos como nosotros, son vistos por esta sociedad zombificada por el Estatismo
como radicales, somos, ellos y nosotros… fundamentalistas del libre mercado y
el capitalismo salvaje. Así que no nos distraigamos con pavadas. Vamos con
ellos y ellos con nosotros.
La lucha es en el barro hediondo de la realidad, el objetivo… la
hermosa libertad que todos… dije todos… anhelamos.
Tenemos la filosofía más hermosa, natural y humana que jamás haya
existido: El Liberalismo.
Tenemos la herramienta más poderosa que ha descubierto la humanidad:
El Capitalismo.
Y tenemos el objetivo más maravilloso y deseable que pueda existir: La
Sociedad Libre.
No regateemos con esos estafadores por solo unas chucherías… ¡Vamos!…
peleemos por todo.
¡Viva la libertad!
¡Viva la libertad!
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https://www.juandemariana.org/ijm-actualidad/analisis-diario/el-anarcocapitalismo-de-miguel-anxo-bastos
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