Lo que el estado nunca ha resuelto (ni lo hará)

Muchas de las críticas a las ideas del liberalismo radical (anarco-capitalismo, anarquía de mercado o como quieran llamarlo), giran en torno a problemas que en el sistema actual de estatismo criminal, no pueden ser resueltos o son generados por el mismo estado o las dos cosas juntas.


Un ejemplo claro es el tema de la justicia.

Suelen atacar mi preferencia por la idea de un sistema de justicia privado y en competencia, esgrimiendo el argumento de que en libre mercado, cualquier persona con cierto poder económico sería capaz de sobornar a esas “empresas de justicia” para que fallen en su favor.

 

La pregunta que me surge es: ¿Ha resuelto el estado ese problema?

 

Las palabras coima, soborno, extorsión, corrupción, etc., existen y las escuchamos muy a menudo. Y existen en un contexto profundamente estatista.

Es decir, que con una provisión de justicia monopolizada por el estado, con la creación de leyes y los mecanismos de castigo, también monopolizados por el estado, los “poderosos” tienen la posibilidad de coimear, sobornar, extorsionar y corromper. Incluso, se le hace muy sencillo al “poderoso” comprar las voluntades de los jueces, cuando tiene “amistades” influyentes dentro de la estructura gubernamental.

 


Pero hay una palabra clave que surge en el anterior párrafo: monopolio.

 

¿Qué nos está diciendo esa palabra? Nos dice que hay una sola forma de “crear” leyes, el poder legislativo, o sea… el estado. Hay una sola forma juzgar, condenar y castigar la desobediencia a esas leyes estatales, el poder judicial, o sea… el estado. Y está el último eslabón de esta auténtica cadena, el “brazo armado de la ley”, el monopolio de las armas y la violencia (policía, gendarmería, ejército), o sea… el estado, y en su más clara y descarnada versión.

 

De esto surge la primera ventaja de un sistema de ley policéntrico, privado y en competencia, pero veremos si charlamos de eso más adelante.

 

Con este ejemplo de la provisión de justicia, podemos notar la ceguera del crítico anti-anarcocapitalismo, que no es capaz de ver las raíces de los problemas y que el estado que defiende no ofrece ninguna solución para los mismos. Es más, en general, es el mismísimo causante de esos problemas.

 

Otro ejemplo que se me ocurre, es el de la pobreza.

¿Qué pasaría con los pobres si desapareciera el estado y no hubiera una entidad proveedora de servicios gratuitos para esa gente, como la salud, la educación, etc.?

 

Me siento tentado en responder que una sociedad absolutamente libre, existirían muchos menos pobres que en la sociedad actual. Pero esa respuesta no suele servir como argumento.

Lo que si me gusta destacar es que, de nuevo, el estado no soluciona tampoco este problema.

 

Cito el ejemplo de Argentina, porque es muy evidente lo sucedido aquí. En los años 70s la pobreza llegaba al 7% de la población. Hoy, medio siglo después, dónde siempre tuvimos estado (y encima, cada vez más grande y “presente”), ese porcentaje llegó a casi el 50% de la población (esto según datos oficiales, ya que hay mediciones no oficiales que llegan hasta el 70%).

 


¿No está claro que con un estado que no ha parado de crecer en ese lapso de tiempo, de aumentar su presión tributaria y regulatoria, de imprimir billetes con cada vez menos valor, de inmiscuirse en asuntos privados como la salud y la educación, y un larguísimo etcétera, no ha solucionado absolutamente nada de la lacerante problemática de la pobreza?

No es casualidad que en el mismo lapso de tiempo, crezcan ambas cosas: el estado y la pobreza.

 

La sociedad ha sabido históricamente, desde que el hombre se hizo sedentario, solucionar muchos problemas gracias al comercio y a las actividades mercantiles. ¿Por qué no podría ocuparse de otros asuntos, como la salud, la educación, la seguridad, la moneda, etc.? Si después de todo, éstos, son bienes y servicios, y como tales son perfectamente alcanzados por las naturales leyes de la economía.

 

He tocado solo dos aspectos de la realidad, pero este razonamiento se lo puede hacer con todos los aspectos que hacen a nuestra vida individual y en sociedad. Y queda claro de que, es verdad, existen problemas, no importa si vivimos en “Peronia” o en “Ancapia”, los problemas van a existir. El tema aquí es que el estado no es la mejor herramienta para solucionarlo, es más, diría que es la peor forma de atacar esos dramas sociales, y no sólo no soluciona nada, sino que lo empeora.

 

Volviendo al ejemplo de la justicia, dije que en el carácter monopólico del sistema estatal de ley + justicia + seguridad, está la primera desventaja del estado frente a un sistema (o más bien un universo de sistemas) policéntrico, privado y en competencia.

En un sistema de justicia policéntrico, si nos encontramos con un “juez corrupto”, corrompido por el dinero de un “poderoso”, tendríamos la posibilidad de buscar otras alternativas (alternativas inimaginables, debido al carácter espontáneo, creativo y en constante evolución del mercado auténtica y totalmente libre).

Sin embargo, el actual sistema de justicia monopolizado por el estado, no hay escapatoria. El poderoso puede corromper a quien quiera dentro del sistema y no tendremos otra alternativa para la resolución de los conflictos.

“¡Pero en el sistema judicial tenés varias instancias para apelar!” me contestaría un amigo estatólatra. No, querido mío, esas superiores instancias de apelaciones, pertenecen también al mismo sistema, al mismo estado. No hay salidas.

 


En definitiva ¿eliminaríamos la corrupción en una sociedad libre? No. La maldad, la corrupción, y demás porquerías, están implícitas en la naturaleza humana. Lo que tendríamos sería una mayor cantidad de opciones, de diversas calidades y precios, para poder enfrentar esa natural maldad humana.

 

Y, en dicha naturaleza humana, también está implícita la bondad. Porque todos, con diferencias en las graduaciones, somos buenos y malos al mismo tiempo. El estado lo que logra es frenar, anular o directamente matar esas iniciativas sociales e individuales. Tal como sucedió con todo el sistema privado de ayudas que había a finales del siglo XIX, principios del XX en Argentina, que fue destruido y reemplazado por la estafa del “Estado de bienestar”.

 

La incertidumbre frente a esa naturaleza humana, nos tiene que poner alertas, estar atentos ante todo lo que nos puede suceder en la vida, y tenemos que tener a mano, la mayor cantidad posible de opciones para enfrentar los problemas que ocasiona.

Y justamente, el no saber si quien tenemos enfrente es bueno o es malo, nos tiene que hacer ver que es una total locura darle la suma del poder que otorga ese maldito monopolio de leyes de papel, de ejércitos armados, de ingenieros sociales reguladores y “prohibidores” de todo, en fin… el monopolio de la más aberrante violencia: El estado.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hola! Llegué al blog a partir de un comentario que me dejaste en youtube. Aclaro desde un principio, soy socialista marxista y solo vengo a poner en cuestión argumentos, estará en vos contestar o no, no hay problema.
Leí con atención y me pregunto, en la utopía ancap (que es un oxímoron) ¿cada quien elegiría su propio marco regulatorio de leyes? ¿Bajo qué leyes se regiría la empresa que prestara servicio legal? ¿Cómo se dirimiría un conflicto entre dos individuos que quieran elegir empresas prestadoras de servicios legales diferentes?
En mi opinión, las contradicciones que dan a luz al estado moderno, están presentes en el mercado. El Estado actual surge como la necesidad de un marco regulatorio que se ubique "por encima de las personas", así como antes eran los monarcas o la iglesia. A lo que voy es, para que el mercado capitalista funcione, requiere de un Estado. Porque es la garantía del derecho a la propiedad, base del sistema de intercambio de mercancías. A pesar de lo que pueda decir Huerta de Soto, el Estado es inherente al capitalismo. Por eso, ni en los países más desarrollados, hubo intentos de "disminuir el Estado" en ningún momento histórico. Puede ser que hayan bajado la "presión tributaria", producto de una economía que, por diversos mecanismos, crecía lo suficiente como para sustentarse. Pero de eso a disminuir el Estado, no pasó nunca. Al contrario, si la historia nos sirve de algo, pensemos en las 4 potencias capitalistas de la historia: Inglaterra, Alemania, EEUU, China. ¿Algo en ese capitalismo pujante fue una determinación para reducir al Estado? ¿Es que acaso no hay una relación en el tamaño de ese Estado y su triunfo económico?
Yo creo que sí. El Estado es la institución que permite la circulación de capitales manteniendo las garantías de propiedad. El Estado mantiene los conflictos sin posibilidad de que se diriman en organizaciones de modo diferente al preestablecido. El Estado es al Capital, lo que el aire a las personas.