El mito de la superpoblación (2ª parte)

Hace un tiempo atrás, escribí un post a modo de “ejercicio intelectual”, para que empecemos a tratar el tema de la supuesta superpoblación con más raciocinio que sentimentalismos. 

Dicho post era sencillo y ameno, dejando al lector la tarea de pensar e investigar, si es que el asunto le despertaba curiosidad o preocupación.

Link al post: https://elblogdeltucu.blogspot.com/2021/10/el-mito-de-la-superpoblacion.html

Lo que le faltaba a aquel post, eran datos concretos. Solamente me dedique a “jugar” con el aspecto espacial de la problemática poblacional, pero el tema no queda ahí. Hay más. Hay muchos más aspectos para tener en cuenta.

Por suerte, hoy me encontré con un hilo de Twitter de Pedro Lárez (https://twitter.com/wiederjunge) donde desarrolla exhaustivamente los aspectos espacial, económico y ambiental del supuesto problema de que seamos tantos humanos en el planeta.

Con su permiso, transcribo aquí aquel maravilloso hilo:


¿Existe la sobrepoblación? ¿Es verdad que ya no cabemos tantas personas en el planeta? ¿No hay suficientes recursos para todos? ¿La especie humana está acabando con el planeta tierra? Spoiler: No, pero vamos a ver por qué.




Cada cierto tiempo aparece el tema de la sobrepoblación. Y si no, probablemente lo hayan oído de boca en boca, como un tema que no es discutido abiertamente pero que sí en grupos familiares, estudiantiles, de trabajo o de estudios. ¿Qué tanto hay de cierto? Veamos.

Hay tres formas principales de ver el problema de la sobrepoblación:
A. Aspecto espacial (no caben tantas personas en la tierra).
B. Aspecto económico (no hay suficiente riqueza).
C. Aspecto ambiental (los humanos acaban con los recursos naturales y contaminan demasiado).

Sin importar cómo creamos que la tierra está sobrepoblada (no hay espacio para todos, no hay suficiente riqueza y solo estamos incrementando la pobreza o que estamos exterminando el planeta tierra) cualquier idea es errónea, incompleta, limitada o ambas.

Primero vamos a examinar el primer aspecto, el espacial. Bajo esta perspectiva, los argumentos se orientan a afirmar que estamos saturando el espacio de la tierra partiendo de la premisa de que somos demasiados humanos (1) para el limitado terreno del planeta (2).

Acorde a la División de Población de las Naciones Unidas, en 2021 somos 7.89 mil millones de seres humanos. ¿Saben algo curioso? Todas estas personas que ‘‘sobrepueblan’’ el planeta pueden vivir en Texas menos apretadas que en Macao, Mónaco o Caracas.


El área de Texas es de 696.241 km², y TODA la población mundial cabría allí con una densidad de 11.303 personas por kilómetro cuadrado. La densidad poblacional de Macao es de 19.736 personas por km², la de Mónaco es de 19.360 por km² y la de Caracas es de 15.774 por km².


La densidad poblacional es un indicador que muestra cuántas personas hay dentro del espacio de una localidad. Es un promedio, porque en unos lugares puede haber más personas y en otros menos. Igual funciona bien para ver qué tanta presión hay sobre el territorio.

Así que sí, toda la población mundial cabría en Texas con relativa facilidad, por lo que la ‘‘sobrepoblación’’ no es un problema espacial. No es un problema físico ni siquiera. De todas formas, avanzaremos con otro ángulo de análisis.

Podríamos evaluar si actualmente la superficie terrestre puede dar espacio decente a los humanos que están asentados en ella. El planeta tiene 510,07 millones de kilómetros cuadrados de superficie, de los cuales 148,94 millones son de tierra.

Ya saben por dónde voy: cuando analizamos si la tierra está saturada, tenemos que seguir calculando la densidad poblacional. Obviamente no toda la superficie terrestre es habitable, y eso alguien sacará esto para criticar que no hay tanta tierra como se aparenta.

En el planeta tenemos dos biomas críticos que no podemos usar (desiertos polares y desiertos cálidos) además de superficie cubierta por glaciares, dunas, playas y suelos llenos de salitre. Descontándolos, tenemos 104 millones de km² cubiertos por tierra habitable.


De esa tierra habitable, solo usamos el 1% para vivir, unos 1.5 millones kilómetros cuadrados de superficie terrestre que acoge infraestructura industrial, de telecomunicaciones, de servicios, vial y habitacional. O sea, ciudades y pueblos.

Esto nos da una densidad poblacional de 5.246 personas por km² dentro del área que la humanidad ha usado para construir y asentarse. Ahí ya pasamos a tener una densidad inferior a la de Singapur y Hong Kong, y menos de la mitad respecto a Caracas.


Los partidarios de la sobrepoblación ya pueden ir diciendo que en Singapur y Hong Kong se vive para el culo, no hay espacio para nadie, hacen estampidas a cada rato, no cabe ni una sola persona más y por su propio bien deberíamos tirarles una bomba nuclear.

Como mucho, el problema en este sentido no sería uno de sobrepoblación si no de sobredensificación y concentración excesiva en ciertas ciudades del mundo, pero hasta ahí. De todas formas, no existe, y si sienten las ciudades presionadas, entonces se construye más.

Nosotros usamos muy poca tierra habitable para vivir, solo el 1%. Para reducir la densidad poblacional a la mitad, solo debemos incrementar el uso al 2%. No es necesario desforestar tanto, ni dejar vacíos los campos o acabar con los matorrales. Eso es alarmista.

En concreto, solo deberíamos reducir el área de bosques, la tierra usada para agricultura o la superficie terrestre cubierta por arbustos en 1%. O podríamos sustraer de todos en partes iguales, y sacaríamos de cada uno el 0.33%.

¿Qué lograríamos? Con esta tierra disponible podríamos meter a otras 7.87 mil millones de personas en ciudades, o los 7.87 mil millones que ya existimos veríamos la densidad poblacional media en nuestras áreas urbanas reducida en 50%.

Otra maravilla infravalorada de la que dispone la humanidad es la construcción en vertical. Es decir, que podamos construir edificios de varios pisos. Gracias a ellos creamos un espacio equivalente o ligeramente menor al terreno usado para edificar.

Es gracias a esta vaina que las áreas urbanas no se sienten como si hubiera 5.246 personas por kilómetro cuadrado: porque muchas de ellas están distribuidas en los pisos de algún edificio. Con la construcción vertical creamos mucho espacio solo usando un pequeño terreno.


Para calcular esto hay una fórmula. Si el perímetro del edificio mide 30 metros cuadrados, el espacio que creamos es igual o menor al área de la planta baja por el número de pisos (exceptuando planta baja), menos el espacio ocupado por paredes, por el número de paredes.


Continuando, si vamos a construir el edificio sobre 30 m² cuadrados, tendrá 4 pisos descontando la planta baja, las paredes (incluyendo espacio ocupado por elementos como columnas o escaleras) tienen un espesor de 0.6 m² cuadrados y hay 18, creamos 109,2 m² cuadrados.

Con solo 30 metros pudimos crear casi el cuádruple construyendo en vertical. Las tecnologías que nos permiten hacerlo, además del conocimiento de los profesionales que diseñan y construyen estos edificios, nos dan más espacio para vivir.

Esto fue algo que pensé hace años y ciertamente la propiedad vertical es un invento tremendísimo que nos ahorra espacio. Gracias a ella, a que tenemos el 99% de la tierra habitable sin edificar y a los datos que di, la sobrepoblación no es un problema físico.

Puede salir alguien que diga ‘‘bueno, ¿y qué hacemos cuando la gente sale a la calle? Ni modo que se queden todo el día en edificios trabajando o en sus casas’’ pero para eso se inventaron las pasarelas y los pasos sobre nivel, para tener vías sobre vías.


Quienes defienden que existe la sobrepoblación como problema de espacio se olvidan de que la humanidad tiene la ingeniería civil. Por olvidarse de esto, tienen la errónea idea de que vamos a terminar todos apretujados cuando simplemente podemos edificar.

No es posible que existan los arquitectos y urbanistas para que venga una pelopintao de TikTok a decir que la tierra está sobrepoblada, cuando los términos correctos son sobredensificación y concentración, que son problemas ESPECÍFICOS de un lugar, no del planeta completo.

Además, a eso se le suman unas preguntas: ¿Cuál es la cantidad ‘‘óptima’’ de población mundial? ¿Cómo se calcula? ¿Cuánta gente ‘‘sobra’’ en el mundo? Y, sobre todo: ¿Por qué otra gente sobra y ellos no? Cuestiónenles eso y vean cómo les estalla la cabeza.

El otro aspecto de la sobrepoblación es el económico, que básicamente consiste en un argumento del tipo «somos muchas personas (1) y hay pocos recursos materiales para todos (2) así que la tierra se está sobrepoblando y tendremos pobreza, exclusión y tales (conclusión)».

Obviamente esto también es falso. Hay tres formas de contrastarlo: con la evolución de la renta media global (PIB per cápita), con los cambios en la pobreza extrema global y con los cambios en la pobreza total. Todas muestran que no existe la ‘‘sobrepoblación’’.

Primero, hoy la persona promedio del mundo es 14 veces más rica que hace exactamente 200 años, con una renta media de 15.800 dólares, ajustados por inflación. Todo el mundo, incluso las partes más pobres de él, se han estado haciendo más ricas.


La enorme evolución del PIB per cápita demuestra que todo el mundo tiene más acceso a bienes y servicios, así como más ingresos, que hace 200 años. Exceptuando momentos contados de la historia, la constante es esta. La riqueza no escasea.

A medida que la riqueza por habitante aumenta no solo nos hacemos más ricos, sino que también crece la capacidad de cada uno para acceder a más bienes. Algunos dirán ‘‘pero bueno, esto no es aplica para la mayoría de la humanidad, solo para los privilegiados y ricos’’.

Aquí es cuando intervienen los indicadores de pobreza. Ahora, en segundo término, podemos ver que la pobreza extrema (fijada en un umbral de 1.90 dólares diarios) ha disminuido del 94% en la víspera de la Revolución Industrial al 9.6% en 2015.


Hoy, los datos de la PovCalNet (Banco Mundial) indican que la pobreza extrema es del 9.2% de la población. Menos de 1 de cada 10 personas son pobres, cuando hace relativamente poco eran 9 de cada 10. Efectivamente, nos estamos volviendo más ricos.

Puede que alguien ahora salte a quejarse porque el umbral de la línea de pobreza internacional es de 1.9 dólares diarios y es muy poquito. Pero resulta que la pobreza se está reduciendo en todos los umbrales, desde los 1.90$ diarios hasta los 15$ diarios.


No importa cómo lo midas, la pobreza se está haciendo menos frecuente en el mundo. Y por supuesto, en comparación a como estaba la situación hace dos siglos, sufrimos de muchísimas menos carencias. No hay cada vez menos, sino más.

Veámoslo así: hace 200 años solo el 6% de la humanidad experimentaba un estado de relativa abundancia. En 2017 lo experimentaba el 37.65%, una incidencia seis veces más alta. ¿Entonces hoy tenemos sobrepoblación, cuando hay más riqueza para todos que nunca?


Esa es otra cuestión: el alarmismo por la sobrepoblación es un fenómeno estrictamente moderno y es algo que lleva por lo menos 50 años siendo discutido. Sí, 50 años.

Fue en 1968 cuando el ecólogo Paul Ehrlich publicó «Population Bomb», un libro que escribió con su esposa prediciendo una hambruna masiva y un impacto ambiental destructivo (con potencial de extinción) para las próximas dos décadas.


Ehrlich se equivocó, no hubo ninguna hambruna y en el lado occidental del mundo (el que estaba liderando la carrera por la industrialización entonces) empezaría a reducir sus niveles de contaminación. Si no me creen, lo veremos más adelante.

Dentro de este punto, que trata sobre la escasez de recursos económicos, podemos abordar también el hambre mundial que Ehrlich predicaba. Primero veamos la subnutrición: en los países desarrollados (que antes no lo eran tanto) ha caído del 34.75% al 12.90%.


Es decir, desde que Ehrlich envalentonó el alarmismo por la sobrepoblación, la subnutrición ha disminuido casi tres veces en el mundo desarrollado, donde él vivía. El mundo entero sigue la misma tendencia, reduciéndose las tasas de subnutrición en todos lados.

Los países menos desarrollados han visto caer sus tasas de subnutrición un 26.3% comparado con 2001. A nivel global, la subnutrición cayó 34.32%. Hasta los países más demacrados (bajos ingresos y amplio déficit alimentario) tuvieron una caída del 23,80% hasta 2017.


Tenemos otras dos formas de evaluar el hambre. Una de ellas mide qué tanta comida necesitamos para que las personas subnutridas dejen de estarlo. Este es el indicador de déficit alimentario –food deficit– medido en términos de kilocalorías por persona.

De 1992 a 2016, el déficit alimentario global cayó 172.02 kilocalorías a 88.36 kilocalorías por persona, 48.63% de reducción. Es decir, hoy día se necesitan apenas 88 kilocalorías por persona subnutrida en el mundo para sacarlos de esa situación.


Como ven, es una tendencia ininterrumpida y además se repite en todas las regiones pobres y más pobladas del planeta. Es cada vez más fácil y menos costoso acabar con el hambre dado que se necesitan menos recursos alimentarios por persona hambrienta.

A su vez, la disponibilidad de alimentos en el mundo se ha disparado. Comparado a 1968, cuando Ehrlich sacó su libro, la oferta alimentaria per cápita se incrementó 550 kilocalorías diarias hasta 2013, un 23.56%. La tendencia se repite en todas partes.


Lo mismo pasa con la oferta per cápita de proteínas. En 1961 era de 61,46 gramos por persona diarios, y en 2013 ya era de 81,23 gramos (incremento del 32,16% en la oferta proteica global). Absolutamente todas las regiones y grupos de países están mejorando.


Y si vemos las tendencias del abastecimiento de grasa, sucede lo mismo. A nivel mundial, la oferta de grasa per cápita subió hasta los 82,76 gramos diarios en 2013, aumentando 69,41%. En Asia, el continente más poblado del mundo, aumentó hasta un 195%.


Todo esto demuestra que hay más macronutrientes para todos, por lo que el aumento de la población mundial nunca fue (ni es) un problema para la alimentación. Una cosa es que lo parezca para algunos y otra cosa es lo que efectivamente está pasando.

Muy seguramente venga un alarmista a decir que quizás esto sea así por ahora, pero que no puede sostenerse. En sus mentes, a medida que aumenta la población mundial incrementa la demanda de alimentos y eso aumenta el uso de tierra para agricultura y pastoreo.

Según ellos, como la cantidad de tierra es fija, no habrá suficiente para dar abasto a una producción que responda a la creciente demanda de alimentos por parte de una población en crecimiento. Y si nos atrevemos a expandir el uso de tierra, habrá un cataclismo ambiental.

Pero esto está muy lejos de la realidad: en los últimos 60 años, el uso de tierra arable per cápita se ha reducido drásticamente en todos los lugares del mundo, desde Norteamérica hasta Asia. No, más población no es igual a más uso de tierra.


En Norteamérica (donde usan más tierra arable por habitante) el uso se ha reducido desde las 1.08 hectáreas hasta las 0.54 hectáreas, una disminución exacta del 50%. A nivel global la disminución también es del 50% solo desde 1961. En otras partes del mundo pasa lo mismo.

Digo ‘‘solo desde 1961’’ porque hay un dato fuerte: desde que llegó la primera civilización humana, el uso per cápita de tierra para agricultura era 3 veces mayor que ahora. En el año 3000 A.C el uso era de 2,72 hectáreas por persona; en 2016 fue de 0,66 por persona.


Aun cuando se destina menos tierra per cápita a la producción de alimentos, hay cada vez menos gente desnutrida y más oferta de alimentos por habitante. El truco de la humanidad siempre fue aumentar la eficiencia en la producción de alimentos.

Para producir una cantidad determinada de cultivos en 1961 se necesitaba 430% más tierra que en 2014. O lo que es lo mismo, hoy necesitamos 70% menos tierra para producir la misma cantidad de cultivos que en 1961, un aumento descomunal de la eficiencia.


Gracias a que existen ingenieros agrónomos, industriales, genetistas y biólogos, tenemos las modificaciones necesarias en los alimentos, en las técnicas de producción y experimentamos mejorías en la tecnología disponible para producir.

Fitosanitarios, nuevas máquinas de arado, cambios en el tratamiento de la tierra, modificación genética de cepas, cría de animales que rinden para producir proteínas, hemos cambiado muchas cosas en cómo producimos alimentos que han aumentado la eficiencia.

Del mismo modo, los aumentos en la población mundial se transformaron en cambios de la demanda que, a su vez, fueron el estímulo que necesitaba la industria para producir más y más hasta generar economías de escala.

Con economías de escala en las empresas que operan dentro del sector a medida que se van especializando, compran al mayoreo con contratos preferenciales y usan más factores de producción, demandan menos recursos produciendo más.

Gracias a estos elementos hoy tenemos menos personas pasando hambre y más oferta de alimentos por persona usando menos tierra y demandando menos recursos. Si siguiéramos produciendo como en el 3.000 A.C sí habríamos saturado al planeta, pero no fue así.

Lo que ignoran estas personas que predican el fin de los tiempos es que la humanidad cambia constantemente sus conocimientos y tecnologías. Y eso sucede porque cada nuevo humano es un consumidor, pero también un productor e innovador que resuelve problemas existentes.

Aquí es cuando entra el tercer y último punto: la dimensión ambiental de la ‘‘sobrepoblación’’. Ya saben, donde la gente que jura que la sobrepoblación existe argumenta que la humanidad está depredando los recursos naturales del planeta y cosas así.

Hay una forma muy simple pero no muy conocida para demostrar que esto es falso. A ver, los recursos naturales del planeta adquieren un carácter económico y se clasifican como bienes primarios o commodities, que tienen un precio.

Si fuera verdad que estamos acabando con los recursos naturales, los precios de los commodities subirían descomunalmente a medida que se vuelven más escasos. Los economistas Gale Pooley y Marian Tupy tuvieron exactamente la misma idea.

Ellos simplemente tomaron como inspiración las bases económicas de la apuesta Simon-Ehrlich. Cuando Ehrlich (el ecólogo que mencioné antes) falló su predicción de 1968 no le importó, así que alteró su discurso un poco cambiando el foco.

Ahora, llegado 1980, Ehrlich sostenía que el aumento de la población mundial devastaría los recursos naturales. Julian Simon, un economista de la Universidad de Maryland, creía que Ehrlich se equivocaba y le propuso una apuesta.

Simon apostó que las materias primas no subirían de precio, así que le propuso a Ehrlich elegir CUALQUIER materia prima que creyera que iba a acabarse (exceptuando las controladas estatalmente) junto a una fecha para observar la evolución de su precio.

Ehrlich eligió una canasta de cinco metales (cobre, cromo, níquel, estaño y tungsteno) y apostó que incrementarían su precio en los próximos 10 años, así que la apuesta vencía el 29 de septiembre de 1990. Otra vez, Ehrlich falló.

Aunque la década de los 80 fue la que vió el mayor aumento total de población en la historia, las materias primas seleccionadas POR ÉL MISMO bajaron de precio. Varios años más tarde, esta apuesta dio lugar al Simon Abundance Index.

La idea básica es que, si los humanos depredan recursos naturales, estos se vuelven más escasos, y si son más escasos se vuelven más valiosos, y si son más valiosos entonces aumentan de precio. ¿Los estamos acabando? La economía dice que no.

Los precios reales de los recursos naturales (tomando como muestra una canasta de 50 materias primas) se redujeron 36.3% en promedio entre 1980 y 2017. Si estamos acabando con los recursos naturales, ¿los precios no deberían subir?


Pues por fundamentos económicos sí, pero no está sucediendo, sino lo contrario. Ello implica que, contrario a lo que los alarmistas creen (o quieren hacernos creer), más bien los recursos naturales se están haciendo más abundantes.

¿Y por qué? ¿No se supone que esos recursos son finitos y limitados? Sí, pero nuestra capacidad para transformarlos o crear sustitutivos no ha encontrado límites hasta ahora. Por eso sus precios se reducen: reducimos su demanda, aumentamos su oferta o ambas.

Independientemente de por cuál motivo bajan los precios (o si es por una combinación de los mismos) ciertamente no se están agotando en relación a lo que demandamos del planeta para satisfacer nuestros fines. Todo lo contrario.

E incluso cuando tratamos de medir su accesibilidad nos damos cuenta de que en realidad son más disponibles que nunca. ¿A qué me refiero con accesibilidad? Bueno, cuánto tiene que trabajar en promedio una persona para comprar esos bienes.

Este es el concepto de time price creado por Pooley y Tupy: la cantidad de horas que una persona promedio debe laborar para generar la riqueza suficiente para comprar una materia prima. Para 2017 el tiempo necesario era 64.7% inferior a 1980.

Con datos más recientes e incluso con la pandemia del COVID-19, en 2020 una persona necesitaba trabajar 75.2% menos para comprar materias primas. No hay ni una sola materia prima que sea más difícil comprar que hace 40 años, ni una.


A partir de este indicador se crean otros como la abundancia personal de recursos. Lo que trata de medir es cuántas materias primas puede adquirir una persona trabajando lo mismo que hace 40 años. Si es menos, aumentaron su costo. Si es más, lo redujeron.

La abundancia personal de recursos (cuántos recursos adicionales puede comprar una persona hoy comparado con 1980) se multiplicó 4.03 veces. Por último, la abundancia total de recursos se incrementó 7.08 veces o 608%, medido a través de los precios.

Hoy, gracias a que somos unas bestias produciendo y aprovechando eficientemente los recursos, experimentamos un estado de superabundancia. Aún si estamos en desacuerdo con la metodología, es innegable la tendencia a la baja de los precios.

Todavía cuando creamos que el PIB per cápita es una mala métrica de ingresos, no podemos negar que somos más ricos, que los precios de las materias primas cayeron y que debemos trabajar menos para crear suficiente riqueza como para comprar una materia prima.

Con estas premisas deducimos que es más fácil adquirir recursos naturales que antes, lo que no podemos es calcular con exactitud cuánto. La métrica más aproximada es el Índice de Abundancia Simon, y este indica que somos 608% más abundantes que hace 40 años.

Cada vez adquirir materias primas cuesta menos dinero y tenemos que trabajar menos como para generar lo suficiente como para adquirirlos, eso sí es cierto. Si estuviéramos aniquilando los recursos naturales pasaría lo contrario.

¿Por qué hay tanta gente creyendo que hay sobrepoblación entonces? Sencillo: porque están extremadamente desinformados y no ven más allá de su propio ombligo. Así que cualquier cosa que vean en redes sociales, televisión, prensa y radio es cierto.

No es algo propio de los que creen que hay sobrepoblación. Por ejemplo, una encuesta de Ipsos de 2017 (último año del que se tienen datos) aplicada en 28 países muestra que el 80% de los encuestados creen que la pobreza aumentó o permanece igual.


Casi toda la población de estos países (de los cuales varios eran países de bajos ingresos que experimentaron mejorías en los últimos 30 años) se equivoca con la situación de la pobreza mundial, y van por la vida teniendo una visión equivocada.

La otra con la que suelen salir es con la contaminación. ¿Pero contaminación de qué tipo? Hay diversos tipos de contaminación que se han reducido en los últimos años, como las sustancias que derruyen el ozono.

Por supuesto, un consumo menor de estas sustancias reduce las emisiones artificiales hasta casi extinguirlas. Sustancias peligrosísimas como el cloroformo de metilo, el tetracloruro de carbono, los clorofluorocarbonos o los halógenos están casi exterminados.


Hemos eliminado casi por completo las emisiones de 6 tipos de gases diferentes, nocivos para la salud y destructores de la capa de ozono (por tanto, causas potenciales del cáncer de piel) pero nadie lo dice.

Como consecuencia, la tasa total de muertes por contaminación del aire se ha reducido 42.62%. Las muertes por cualquiera de sus tipos de emisión (interior, exterior, ozono troposférico, partículas) se han reducido, algunas más que otras, pero todas lo han hecho.


Es más, en las últimas tres décadas se ha vuelto más probable que mueras por drogas, enfermedades venéreas, obesidad, azúcar en la sangre o uso de alcohol que por contaminación.


¿Qué otras formas de contaminación se han reducido? Los derrames petroleros, que antes eran un problema gigante y hoy casi no ocurren. En la década de 1970 hubo un promedio de 78.8 derrames anuales, y actualmente es de 6.3 (12,5 veces menos).


Los derrames extensos, que se definen como derrames de barcos petroleros con capacidad superior a 700 toneladas, se redujeron de 24.5 derrames anuales en la década de 1970 a 1.8 derrames en la década de 2010. 14 veces menos.


Cuando vemos la cantidad total de petróleo derramado en el agua vemos que también disminuyó brutalmente. En las décadas de 1970 y 1980 se derramaban 218,000 toneladas de petróleo cada año, y ahora solo 16,400: 92,47% de reducción.


La polución de plásticos es otra muestra de que cada vez estamos contaminando menos. En 1980, el 100% de los residuos plásticos iban a basureros o al océano. En 2015 se redujo al 55%, y para 2050 se espera que solo se descarte el 6%. El resto se incinera o se recicla.


Lógicamente, si descartamos menos plásticos estamos enviando menos plástico a desfiladeros y al mar. Por tanto, nuestras tasas de contaminación plástica se están reduciendo. Como con lo anterior, esto tampoco es tenido en cuenta.

Igual sucede con que no se menciona que estamos aumentando la eficiencia ambiental de la producción. En 1960, producir una unidad de PIB tenía un costo ambiental de 0,871 kilogramos de CO2. Hoy cuesta 0,413 de CO2 emitido por unidad de PIB.


O lo que es lo mismo: hoy producir bienes y servicios es un 52.58% menos dañino en términos de emisiones de dióxido de carbono que en 1960. ¿Qué abanderado del mantra ‘‘la humanidad es una plaga’’ te dice eso? 

Ninguno.

A pesar de que somos mucho más amigables produciendo que antes, hoy día es cuando pululan y más se alborotan los detractores de la humanidad y partidarios del discurso de la sobrepoblación. Justo cuando mejor lo estamos haciendo.

Y bueno, en la mayoría de los casos saben definirla, no saben cómo calcular el exceso de población y ni los datos ni la teoría les dan la razón. De hecho, es bueno saber que la sobrepoblación no es un debate académico.

Lo que realmente abre discusión entre demógrafos es las tendencias en las tasas de fecundidad indican que probablemente vayamos a un invierno demográfico. O sea, lo que preocupa quienes saben del tema es todo lo contrario a la sobrepoblación.


Así que no, la sobrepoblación no existe y solo es un tema de moda entre gente que sabe de horóscopo, trends de TikTok, chinitos que cantan y esas vainas, pero no de dinámicas de población, teoría económica, ingeniería o planificación urbana.

Porque no sé si se habrán dado cuenta, pero quienes juran que el planeta está sobrepoblado saben cualquier cosa menos lo que tienen que saber para hablar de esto.

Peor todavía, la misantropía y el odio a la humanidad tratan de hacerse pasar como un problema científico, cuando no existe. De ahí que vengan manadas de rebeldes diciendo ‘‘la humanidad es el verdadero virus’’ o cosas por el estilo.

Sin embargo, a medida que la humanidad se haga más sofisticada tecnológicamente se reducen las probabilidades de que sobrepoblemos el planeta.

No se olviden que no somos animales cualesquiera, somos los únicos que pueden terraformar, transformar recursos naturales, sintetizarlos, encontrar sustitutivos, crear tecnologías y hasta conquistar otros planetas.

Precisamente nuestra supremacía tecnológica y el hecho de que la menta humana es el recurso supremo hacen bastante improbable la sobrepoblación.

Los datos están, la historia también. Aunque el alarmismo de la sobrepoblación es reciente, la preocupación viene desde el siglo XIX. La verdadera pregunta está en cuántas veces tienen que equivocarse para aceptar que la sobrepoblación no existe.


Muchas gracias Pedro por haberme permitido utilizar tu excelente trabajo. Espero que este material que has aportado se difunda todo lo que se debe difundir. 

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